El Alambre de Púas y el Corazón de la Tierra: Una Historia de la Sierra Nevada
Para mí fue extraño. Estar parado en la Sierra Nevada de Santa Marta, sintiendo la fuerza ancestral de la tierra, y a la vez presenciar una disparidad tan marcada en su abundancia. Un territorio vasto, sagrado para los pueblos indígenas, pero con una distribución de recursos que gritaba una injusticia silenciosa.
Nuestro viaje comenzó en Guatapurí, el último bastión de civilización con acceso vehicular en la zona sur de la Sierra. Desde allí, la única manera de llegar al territorio de la Saga Noanekan, la guía espiritual ancestral, era a pie. Tras una noche de descanso en hamacas, al amanecer, cargamos los morrales en burras y comenzamos la ascensión. Cuatro horas de caminata a través de territorios ancestrales de los Camkuamos, Coguis y Wiwas. Al principio, la exuberancia era apabullante. Caminábamos bajo la sombra de árboles centenarios, el sonido de las cascadas llenaba el aire, y los caminos estaban cuidados con esmero. Pero de pronto, la magia se desvanecía. Los árboles desaparecían, el suelo se agrietaba por la sequía, y el camino se volvía una lucha constante contra la aridez.
"¿Por qué?" Pregunté a Rosa, nuestra guía Wiwa, mientras señalaba la línea divisoria entre la exuberancia y la sequía. Su respuesta fue directa y penetrante: "Dependiendo del propietario del territorio es la abundancia." Me explicó que ciertos individuos de la comunidad Kogi, al ser poseedores de la tierra, parecían condenarla a la esterilidad. Todo desaparecía bajo su mano. Sin embargo, cuando una mujer nativa era dueña del territorio, la tierra florecía. El contraste era palpable, casi mágico.
Un simple alambre de púas, una línea divisoria insignificante a simple vista, podía marcar la diferencia entre un vergel lleno de vida y un paisaje desolado. En un lado, la tierra vibraba con el fluir del agua, la danza de las hojas y el canto de las aves. En el otro, solo silencio, polvo y el espectro de la sequía.
La sabiduría ancestral de la Saga Noanekan, guía espiritual y guardiana de las tradiciones, resonaba en las palabras de Rosa. "Estas tierras siempre han sido femeninas," me dijo Rosa. "Cuando regresen a manos del femenino, la Madre volverá a poner en orden su abundancia y florecerá feliz de darle la leche y la miel a sus hijas." En la cosmovisión de los pueblos indígenas, la tierra es una entidad femenina, generadora de vida y sustento. Cuando se respeta su naturaleza y se le permite fluir en armonía con el femenino, la abundancia se manifiesta.
Las razones detrás de esta distribución desigual son complejas y están arraigadas en cambios sociales y dinámicas de poder que han afectado a las comunidades indígenas a lo largo del tiempo. Aunque la tierra se concibe como femenina, estructuras patriarcales han llevado a la propiedad predominantemente masculina, especialmente de aquellas tierras consideradas estratégicas o con recursos valiosos. Esto a menudo se traduce en prácticas de explotación que priorizan la ganancia a corto plazo sobre la sostenibilidad y el respeto por la naturaleza.
Pero ¿qué significa, en términos concretos, esta disparidad? Según algunos estudios preliminares realizados por organizaciones locales, las tierras gestionadas por mujeres nativas tienden a tener una mayor biodiversidad, una mejor gestión del agua y una mayor productividad a largo plazo. Esto se traduce en una mayor seguridad alimentaria para las comunidades, una mejor salud y una mayor resiliencia frente al cambio climático. La sequía, el acceso a agua potable y la producción de alimentos son retos mayúsculos para muchas familias dentro de estos territorios y la propiedad del territorio tiene un efecto directo sobre estos factores.
Hoy, pulsamos por el rescate de los territorios sagrados. No es simplemente una cuestión de devolver la propiedad a las mujeres, sino de restaurar el equilibrio y la armonía entre la tierra y sus habitantes. Este proceso implica apoyar a las mujeres nativas en la recuperación de sus tierras, fortalecer sus conocimientos ancestrales sobre el manejo de los recursos naturales, y promover prácticas agrícolas sostenibles que respeten la naturaleza femenina de la tierra.
Las estrategias para este rescate son diversas. Desde la sensibilización y la educación sobre la importancia del papel de la mujer en la gestión de los recursos, hasta el apoyo legal y técnico para la recuperación de tierras ancestrales. También implica la creación de redes de apoyo entre las mujeres nativas, para que puedan compartir sus experiencias y conocimientos, y fortalecer su voz en la toma de decisiones.
Claro, no está exento de desafíos. Existen obstáculos legales, sociales y políticos que dificultan el proceso. Algunos hombres de las comunidades se resisten a ceder la propiedad, argumentando que es una tradición ancestral. Además, las mujeres a menudo enfrentan discriminación y falta de acceso a recursos y oportunidades.
Pero la fuerza y la determinación de las mujeres nativas son inquebrantables. Conocí a Elena, una mujer Kogi que, tras años de lucha, logró recuperar la propiedad de una parte de la tierra ancestral de su familia. Me contó cómo, al principio, la tierra estaba árida y agotada. Pero con su trabajo, su conocimiento ancestral y su amor por la tierra, logró transformarla en un vergel. Hoy, su familia tiene suficiente comida para alimentarse, y además puede vender sus productos en el mercado local. "La tierra es nuestra madre," me dijo Elena. "Y una madre siempre da lo mejor de sí para sus hijos."
El futuro de la Sierra Nevada depende de que volvamos a escuchar la voz de la tierra, de que reconozcamos su naturaleza femenina y de que apoyemos a las mujeres nativas en su papel de guardianas y protectoras. Solo así podremos restaurar el equilibrio, la abundancia y la felicidad en este territorio sagrado, y asegurar que la leche y la miel fluyan libremente para las futuras generaciones. Esta no es solo una lucha por la tierra, es una lucha por la vida misma.
Sierra Nevada: La Tierra Llora ¡Nos Queda Poco Tiempo!
¿Qué pasaría si te dijera que un simple alambre de púas decide entre la vida y la muerte en la Sierra Nevada? ¿Que la abundancia o la sequía dependen del género de quien posee la tierra? ¡Esto NO es una metáfora, es la CRUDA REALIDAD!
La Madre Tierra está enferma. En el corazón de la Sierra Nevada, la ambición y el desequilibrio han robado la fertilidad, dejando paisajes desolados donde antes florecía la vida. ¡Pero AÚN HAY ESPERANZA!
Mujeres Indígenas: Las Guardianas Olvidadas. Ellas son la clave para sanar la tierra, para restaurar el equilibrio perdido. ¡Pero necesitan NUESTRA AYUDA AHORA! Cada día que pasa, la tierra se seca, las comunidades sufren y una parte de nuestra herencia ancestral se desvanece.
¡Esto es una ALARMA ROJA! No podemos permitir que la avaricia silencie la voz de la Madre Tierra. No podemos ignorar el clamor de las comunidades indígenas.
¿Qué puedes hacer?
¡ACTÚA YA! Únete a la campaña de rescate de los territorios sagrados. Cada donación, cada firma, cada voz cuenta.
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¡APOYA DIRECTAMENTE! Busca organizaciones que trabajen con las comunidades indígenas y ofrece tu ayuda.
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El 100% del agua que consumimos depende de la Sierra Nevada: Protejámosla juntos
Cada gota de agua que usamos en nuestras ciudades tiene su origen aquí. La Sierra Nevada de Santa Marta es la cuna de ríos y acuíferos que abastecen a millones de personas, su destrucción avanza sin freno. La deforestación, malas practicas y el abandono, están secando las fuentes que sostienen la vida.
La falta de agua en las capitales no es casualidad: es el reflejo de nuestra desconexión con el llamado de los territorios sagrados vitales de nuestra madre tierra.
Hoy, el 1% de nuestra acción puede marcar el 100% de la diferencia. Si nos unimos para recuperar estas tierras y las devolvemos a las mujeres indígenas, guardianas de la Madre Tierra, podemos restaurar el equilibrio y asegurar agua para las futuras generaciones. No podemos esperar a que la crisis sea irreversible.
Es ahora o nunca. La Sierra nos da vida, es momento de devolverle la suya. 🌱 👉👉👉 ATIENDE EL LLAMADO VINCULATE